Archivo diario: 20/01/2011

Matavenero, cruce de culturas y contraculturas

Una vivienda en Matavenero. 2010. Foto: Manuel Cuenya.

Una vivienda en Matavenero. 2010. Cuenyablogspot.com.es. Foto: Manuel Cuenya.

Confieso que he visitado Matavenero, el pueblo de los hippies -como lo llaman por aquí- en numerosas ocasiones. Apetece más hacerlo en verano, cuando el tiempo se tiñe de ese azul berciano tan propio de nuestra tierra y las horas del día son más largas. Me gusta la tranquilidad que allí se respira, y también el espíritu de una gente que parece vivir despreocupada de muchas cosas que a mí me parecen indispensables. Quizás por todo esto hace ya mucho tiempo que vengo pensando en la posibilidad de publicar un artículo sobre Matavenero en este blog.

Se puede acceder a Matavenero desde muchos lugares, pero siempre obligadamente a pie en el tramo final. En mi caso he emprendido la ruta hasta el pueblo desde puntos muy alejados entre sí, aunque la mayoría de las veces saliendo desde San Facundo (en las cercanías de Bembibre), que es la ruta a pie más recomendable. Pero, para los que les guste caminar por la montaña también les recomiendo que lo hagan saliendo desde territorios más alejados. Yo lo he hecho desde Paradasolana, pero también desde Riego de Ambrós, pasando en ambos casos por la deshabitada aldea de Castrillo del Monte. Una recomendación: no olviden el mapa.

Para los perezosos siempre les queda la posibilidad de acercarse a Matavenero en coche. Pueden hacerlo siguiendo una ancha pista que sale desde cerca de Foncebadón, en el camino de Santiago. También es el paseo más corto a pie, una vez abandonado el coche en un altozano, aunque también exige unos buenos zapatos.

En Matavenero he pasado algunos buenos momentos hablando con la gente del lugar, que me ha obsequiado generosamente con interesantes anécdotas de su nueva vida.

Da la casualidad de que el otro día me di de bruces con un artículo sobre el pueblo, publicado en un diario local. Y, aún acariciando, desde hace tiempo, el deseo de publicar algo personal sobre esta singular aldea me ha parecido aún más interesante darle la palabra al infatigable viajero y peculiar literato que es el berciano Manuel Cuenya, autor del escrito.

Un ecologista en El Bierzo.

Matavenero, cruce de culturas y contraculturas, por Manuel Cuenya.

Interior de la biblioteca en Matavenero. Fuente: Cuenyablogspot.com. Foto Manuel Cuenya.

Interior de la biblioteca en Matavenero. Cuenyablogspot.com.es. Foto: Manuel Cuenya.

Matavenero: pueblo del Alto Bierzo, en tiempos abandonado, y desde hace algo más de dos décadas resucitado por quienes decidieron, en su día, asentarse como eremitas de la posmodernidad en este lugar, construido en lo alto de la montaña, a más de mil metros de altitud. Mirador estupendo, desde el cual se tienen vistas muy bellas, algo que me hace recordar A Fonsagrada, en Lugo, donde también existe una ecoaldea de características similares (véase el magnífico documental ‘Elogio de la distancia’, “los del otro lado”).

Es probable que Matavenero o Mataveneiro (curioso nombre) sea más conocido fuera que dentro de la provincia leonesa, tal vez porque a la mayoría no les interesa en absoluto lo que se guisa en un poblado en el que viven unos seres, en su mayoría extranjeros que, aun resultando exóticos y hasta extravagantes, viven en su universo de fantasía, alejados del sistema castrador y del aparato burocrático de hipotecas y puterías miles en las que nos encontramos la mayoría de los mortales de la aldea o colmena globalizada. Una vez más, no interesa tener al personal descarriado, a su libre albedrío, sino bien atado, bajo control. Por eso, el tan cantado turismo rural y el desarrollo y potenciación de la ruralidad resulta un engañatolos, porque lo mejor, siempre de cara al sistema caníbal que nos asfixia, es tener adormecida a la población en el zoo urbano-animal. Todos hacinados en la posmaterialista abejera de los rascacielos expuestos al vaivén de las marejadas. ¿A quién le interesan unos tipos/as que van a su aire, que se dedican a cosas tan así como la música, las artesanías, a cuidar de sus animalitos, a los mercadillos, a vivir de un modo digamos contracultural? Por otro lado, quienes viven en esta ecoaldea prefieren pasar desapercibidos, que nadie los moleste ni los joda (fotos no, please), que no son monos de feria ni frikis sobre el trampolín de algún circo ambulante.

San Facundo, punto de partida de la ruta.

Panel indicador de la ruta de San Facundo al Pozo de las Hoyas y Matavenero. 31 agosto 2010. Foto: Manuel Cuenya.

Panel indicador de la ruta de San Facundo a Matavenero. 31 agosto 2010. Foto: M. Cuenya.

La ruta hasta Matavenero tomando como punto de partida la localidad de San Facundo -perteneciente al ayuntamiento de Torre del Bierzo- se me antoja realmente de una gran belleza. Por un sendero zigzagueante, siguiendo la vereda del río y en medio de una naturaleza espléndida, se llega a este poblado hippie donde se respira un ambiente tranquilo. Cabe la posibilidad, siempre atravesando algún pintoresco puente de madera, de alcanzar Matavenero directamente por la ladera derecha, o bien desviarse, hacia la izquierda, para llegar a Poibueno (algo ruinoso, aunque con alguna casa restaurada y una parte de su iglesia aparentemente en pie), y desde ahí trepar hasta la comuna de Matavenero.

Próximo a San Facundo, en la ruta hacia Poibueno, se halla el Pozo de Las Hoyas, donde merece la pena darse un chapuzón, al menos visual. En unas dos horas, sin prisa y recreándose en el paisaje, se llega a Matavenero. La vuelta, ya en descenso por la margen izquierda del río, se puede hacer en poco más de una hora.

Comunidad internacional.

Carpa para juegos infantiles en Matavenero. 2010. Fuente Cuenya.blogspot.com. Foto: Manuel Cuenya.

Carpa para juegos infantiles en Matavenero. 2010. Cuenya.blogspot.com.es. Foto: Manuel Cuenya.

En la actualidad, Matavenero cuenta con un total de setenta personas, casi todos y todas provenientes de diferentes países de Europa, entre ellos, Alemania, Suiza, Italia, Francia o Escandinavia, aunque también hay algunos españoles, e incluso alguna chica ponferradina.

En un principio, año de 1989, sus nuevos pobladores se instalaron en tiendas indias, pero poco a poco han ido construyendo y reconstruyendo sus propias casitas, algunas de cuento, con sus placas solares y todo lo necesario para sobrevivir a las duras condiciones climáticas del invierno, que de seguro lo son. Puro bucolismo rayado por las heladas y las nieves invernales. Pues no todo es orgasmo en el monte de los oréganos.

Alejados, pues, de aquello que huele a urbanidad y artificio, en medio del corazón sagrado de la montaña, los matavenerinos, ecologistas y naturistas, están en la vena contracultural, en contacto directo con la naturaleza y lo natural, aunque de vez en cuando se rocen -es inevitable- con el malestar de la cultura (por decirlo al más puro estilo freudiano). Pues los niñitos también van a la escuela, y cuentan con una biblioteca.

Sin embargo, y en la actualidad, no tienen ningún profesional de la medicina, lo que les vendría muy bien de cara a alguna urgencia sanitaria. La comunidad, en cambio, dispone de un chiringuito, un bar que regenta Karl, y en el que se pueden degustar unas suculentas Okara-burguer hechas con soja y revestidas con queso fundido.

Confieso mi admiración y simpatía por esta gente y su capacidad para vivir así, en estas condiciones, que no deben ser del color rosa de las pijerías andantes y fresita. «Jo, tía, qué fuerte, no». Capaces como han sido de romper con su anterior vida, quizá más reglada y mil veces más consumista.

Interior del bar. Matavenero. Fuente: cuenyablogspot.com.es. Foto: Manuel Cuenya.

Interior del bar. Matavenero. Fuente: cuenyablogspot.com.es. Foto: M. Cuenya.

El alemán Karl, uno de los primeros en llegar a Matavenero, cuenta que tienen contacto con varios países, entre otros con Méjico, donde se están creando iniciativas similares. Los primeros «repobladores» de esta aldea ecológica del Alto Bierzo, influidos por el Movimiento Arco Iris de Europa, llegaron, aparte de Alemania como Karl, del interesante barrio de Christianía en Copenhague, cuya visita se me hace casi imprescindible para quien se dé una vuelta por esta bella ciudad danesa.

Ecoaldea de Matavenero – León. Vivaleon.com.