Ayer estuve en Madrid atendiendo a la llamada de diversos sindicatos reclamando pensiones dignas tras años de trabajo. He de aclarar que no fue este el único asunto que movió a los sindicatos a organizar esta manifestación nacional sino que incluyó otros, como el mantenimiento del poder adquisitivo de los pensionistas, además de servir para alertar sobre el hecho preocupante de que la hucha de las pensiones esté disminuyendo a marchas forzadas, hasta el punto de que el Gobierno ha necesitado solicitar este año un préstamo para afrontar los pagos más inmediatos.
Hace un año que entré a formar parte de este colectivo de mayores, reconozco que sin gran entusiasmo, al contrario que tantos otros que esperan este momento como agua de mayo. Sin embargo he de reconocer que, desde entonces, mi vida me ha venido resultando bastante más gratificante que antes, sobre todo en lo que se refiere al tiempo libre, pero también a la mayor disposición de ingresos, ya que anteriormente recibía un subsidio de 426 euros. Una cantidad que en España te sitúa por debajo del umbral de la pobreza.
Despertada mi curiosidad por el asunto de la jubilación me he puesto a pensar sobre sus aciertos y limitaciones. Algo que me intuyo que me ocupará más tiempo en el futuro. Considero un gran logro de las sociedades avanzadas el establecimiento de la organización que facilita que las personas mayores puedan vivir sin sobresaltos sus últimos días. No obstante, temo su acotamiento en los próximos años. Todos los que tenemos hijos deseamos que estos puedan llevar sus vidas con menos penalidades que las que hemos tenido que enfrentar nosotros mismos, y sufrimos por ellos cuando se pone en duda la viabilidad futura de las pensiones.
He de decir que resulté agradablemente sorprendido por el entusiasmo de tantos “seniors”, aunque no tanto por la participación. Creo recordar que este colectivo asciende a unos nueve millones y medio de individuos y allí, en la manifestación, o después en la Plaza del Sol, estábamos muy lejos de tal cifra. Con buena voluntad yo diría que podríamos ser unos cinco mil. Eso sí, como ya dije antes, con mucha energía todavía. Jóvenes había menos, y eso que los posibles recortes, o nuevas condiciones para alcanzar una jubilación decente, les afectarán más a ellos que a nosotros.
Eché en falta eslóganes y cánticos a los que estoy acostumbrado en otras manifestaciones. En este sentido tuve la sensación de que faltó previsión y organización. También me resultó grato conocer, ni que fuera a distancia, al nuevo secretario general de las Comisiones Obreras, Joaquín Sordo, que sustituye al mítico “Toxo”. Esperemos que el señor Unai Sordo afine el oído y nos sorprenda con una buena gestión en su flamante cargo. He de decir que el tono de su intervención me agradó y que le deseo los mayores aciertos.
De los discursos de los sindicalistas, a los que presté gran atención, deduje algunas reflexiones que os trasmito. No voy a resumir cada intervención habida sino aquellos asuntos que llamaron particularmente mi atención. El primero de ellos tiene que ver con la tan cacareada frase de que las nuevas generaciones no podrán disfrutar de una pensión. Según los intervinientes, tal situación no llegará a producirse porque es ante todo una decisión política, y los políticos pueden cambiarla simplemente dedicando a pagar las jubilaciones mayores fondos, que no es ni más ni menos lo que hacen los países vecinos.
Otro tema recurrente es el que insiste en que las pensiones podrían bajar su cuantía, incluso hasta en un treinta por ciento menos. Es esta una cuestión, yo diría, no descartable, ya que iría ligada a factores como la economía del país y el número de contribuyentes a los ingresos de la Seguridad Social. Pero, sobre todo al pacto que desvincula el aumento de las pensiones del Índice de Precios al Consumo (IPC).
También me inquieta ver como la hucha de las pensiones ha ido mermando de manera constante en los últimos años, pasando de 66.000 millones de euros solamente 11.000, en números redondos. O que el Gobierno necesite pedir préstamos para hacer frente al pago de las pensiones. El primero, y último hasta la fecha, de unos diez mil millones de euros. Y esto me escandaliza porque, como tantos españoles, hace años que vengo padeciendo el ver como se llevan el dinero los corruptos, o la misma banca, en una sangría que parece no tener final. Por otra parte, el fraude fiscal empresarial también resulta muy elevado y habría que ponerle freno.
Otro motivo que me ha llevado a Madrid es el disgusto que siento al ver aumentada mi pensión este año un miserable 0,25%,. Una actualización anual que, de hecho, se lleva aplicando desde el año 2014 y con la que el Gobierno pretende seguir durante bastantes años más, según las previsiones de organismos como el Fondo Mundial Internacional (FMI) o la Autoridad Fiscal. En su intervención los sindicalistas aseguraron que todos los años perdemos poder adquisitivo, dado que el IPC supera ampliamente cada año la miserable revaluación que nos aplican.
Es ésta una de las protestas de los sindicatos en las negociaciones para la reforma de pensiones que hay actualmente en marcha. Los sindicatos piden la derogación de la reforma del año 2013, en la que ancló la actualización anual de las prestaciones a la situación financiera de la Seguridad Social, desvinculándola de los precios. “Esto es una base al ataque del sistema público; hay que cambiarla o derogarla”, reclamó Sordo.
Y esto es lo que he pensado, más o menos, durante esta larga y, pese al cansancio, estimulante jornada, que supuso para mí y mis compañeros largas horas de viaje en bus. Esperemos que este duro y loable esfuerzo se vea recompensado, tanto para nosotros como para nuestros hijos.
Un ecologista en El Bierzo.
Llega a Madrid la marcha de las pensiones: “Estamos aquí para que la gente joven tenga pensión”. 09/10/17. Elpais.com.
Mantener el poder adquisitivo de las pensiones exigiría 25.000 millones al año. 02/10/17. Elpais.com.
El Gobierno tira de la hucha de las pensiones y de un préstamo de 6.000 millones para poder pagar las extras. 29/06/17. Heraldo.es.