No resulta fácil hurgar en los entresijos de una cumbre en la que participan casi doscientos países, entre los cuales se forjan a medida que pasan los días distintas coaliciones de intereses, algunas –es cierto- con algo más de antigüedad, y cuando uno se encuentra a más de mil kilómetros de donde se reúnen.
Sin embargo, en este mundo globalizado, convertido ya en la aldea global Mcluhaniana ya anunciada cuando yo me esforzaba en progresar en mi formación como periodista en la Universidad Autónoma de Bellaterra, no resulta nada difícil hoy obtener todo tipo de informaciones, tanto de periodistas como de blogueros, y de los últimos conozco al menos una docena que están cubriendo a pie del cañón esa información.
Aún así, como no, podría equivocarme en mis apreciaciones, y de hecho hay matices susceptibles de ser pulidos, lo que en cualquier caso intento hacer siempre que puedo, porque la ventaja que tiene la información virtual sobre la escrita en papel es que siempre puedes corregirla. sin embargo, confieso no haber tenido que hacerlo jamás, o al menos en lo esencial.
Dicho esto, voy a pasar al motivo principal de mi escrito de hoy. Y que tiene que ver mucho con mi percepción, siempre a distancia (lo que también tiene su parte de interés por la visión globalizadora que ofrece), de que no se va a producir un acuerdo vinculante en la Cumbre del Clima en París. Y sí llegara darse, sería en un términos tan ‘descafeinados’ que no significarán ese giro radical en la organización energética global que algunos anhelamos.
Para empezar, tendría que haberme dado cuenta antes, de que pese a su buena voluntad y el mea culpa realizado por el presidente norteamericano Barack Obama, en el primer día de inicio del foro mundial, sobre la gran responsabilidad de su país en el calentamiento global, tendría que haber considerado que lo que él pueda aprobar tendrá primero que pasar por la Cámara senatorial de su país. Y que ésta está gobernada por los republicanos, muchos de los cuales son feroces “negacionistas” ligados a las grandes compañías petroleras. El también demócrata Bill Clinton fue uno de los firmantes en 1997 del protocolo Kioto, jurídicamente vinculante en algunos aspectos, pero de nada sirvió su firma frente a un Senado que se negó a ratificarla.
Por lo tanto, Estados Unidos es un gigante con pies de barro en esta negociación. En ese sentido, pese a sus reticencias, estarían mejor situados otros pesos pesados como China, India o Brasil, países entonces considerados como sin desarrollar, pero que lo han hecho desde entonces a la brava, es decir sin miramientos medioambientales, y que se encuentran aún en ese tránsito. Y que se niegan a pagar la factura junto a los más desarrollados para que el resto de países emergentes puedan beneficiarse de una tecnología que les permita llegar adonde los demás, aunque contaminando menos, y por lo tanto sumándose a la lucha contra el calentamiento global.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de los 195 países presentes en París 184 se han comprometido a hacer su parte en la reducción de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero, como por ejemplo el dióxido de nitrógeno (NO2). Lo que equivale a una buena parte de las emisiones de esos gases. Y esto, como dije antes, pese a que supone un esfuerzo y un coste adicional para sus economías. Algo que resulta muy esperanzador. Quedan once países para llegar a los ciento noventa y cinco. ¿Cuáles son estos y por qué actúan así? He de decir que Naciones Unidas considera a la Unión Europea como una entidad separada de sus 28 miembros, así que la cifra total de participantes es de 196.
Entre los once países díscolos, que por motivos distintos han decidido abstenerse, está Corea del Norte, un país autocrático aislado del mundo que niega que exista ningún tipo de cambio climático.
Algún país, como Nepal, que normalmente colabora, aún se está recuperando del enorme terremoto que asoló la región hace unos meses. Siria se encuentra en guerra actualmente. Y Libia, un país rico en petrolero, actualmente se encuentra políticamente muy inestable tras la guerra que acabó con el gobierno de Gadafi en 2011.
Diversas agencias de Naciones Unidas han ayudado a decenas de países en desarrollo a preparar sus planes de acción climática. De hecho, ciento cincuenta países presentaron en Rabat, a mediados del mes de octubre pasado, en un foro coordinado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), sus compromisos medioambientales de cara a la Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático ( COP21). De los más de cuarenta países que reciben ayuda de la PNUD sólo Timor Oriental no pudo presentar su compromiso a tiempo, dijo Yamil Bonduki, miembro del programa de desarrollo.
Anotar que el subsecretario general del PNUD es un español, Magdy Martínez-Solimán, que en unas declaraciones realizadas en ese foro dijo que los planes de los países colaboradores “deben ser realistas, homogéneos y cuantificables y poder incorporarse de inmediato a las iniciativas de desarrollo”.
Según Janosz Pastor, asistente del secretario general de la ONU, en declaraciones realizadas en París, algunos países no han podido participar en la cumbre Parisina porque están en situaciones de guerra. “Otros, por diferentes motivos nacionales, no han podido completar su trabajo”, precisó.
Sorprendentemente, varios países latinoamericanos, como Nicaragua, Venezuela o Panamá, tampoco se han sumado a la “descarbonización”, un término novedoso y que se repetirá mucho en el futuro. Estos países se pueden enmarcar bajo una misma tónica que resumió brevemente en París Paul Oquist, el enviado de Nicaragua: «Los que causaron el problema tienen que resolver el problema «. Otros países que no han presentado sus compromisos son San Cristóbal y Nieves y Tonga, según funcionarios de la ONU.
Nicaragua, aunque expande con rapidez el uso de energía renovable en su país, se niega a presentar un objetivo en las conversaciones internacionales alegando también que la estrategia actual de permitir que los países decidan por sí mismos cuánto recortan sus emisiones de gases de efecto invernadero no funcionará.
“La estrategia que funcionará es la responsabilidad histórica”, ha dicho Oquist en París a Associated Press (AP), pidiendo un sistema que obligue a las naciones ricas a hacer recortes mucho más considerables de lo que han prometido.
Por otro lado están posturas de países como Uzbekistán y Venezuela, que rechazan unirse al compromiso. Ambas naciones son grandes productores de petróleo, pero también son conocidas por sus críticas a otros países occidentales por no hacer más contra el cambio climático.
El ministro venezolano del Poder Popular para Ecosocialismo y Aguas, Guillermo Barreto, ha dicho que su país no se pronunciará sobre su compromiso hasta qué no conozca las propuestas de los países ricos para el acuerdo.
Como contrapunto, es muy interesante apreciar la participación, contra todo pronóstico, de una nación castigada por un conflicto interno como es Afganistán, que han decidido unirse a la lucha a pesar de la endeblez política.
Otra de las últimas propuestas llegó de Niue, una empobrecida nación insular del Pacífico con tan sólo unos 1.000 habitantes. El país prometió impulsar la energía renovable para que produzca el 80% de su electricidad para 2025, si recibe asistencia internacional.
Ejemplos a seguir son Noruega y Qatar, países ricos en petróleo que han comprendido que la su dependencia del crudo es un camino de corto recorrido y buscan potenciar las energías renovables.
Otros, como Bolivia y Ecuador, vienen reclamando, ya desde la Cumbre de Copenhague, hace seis años, el pago de una “deuda ecológica” a aquellos que se situaron en la cabeza del pelotón de la industrialización, que son básicamente todos los conocidos como “occidentales”, aunque en realidad se encuentren repartidos por todo el hemisferio (algunos estados europeos, norteamericanos, asiáticos, australianos, “medioorientales”, etc.).
Hace algunos meses, en la capital boliviana, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, planteó que la tecnología y el conocimiento para luchar contra el cambio climático fueran declarados «bienes públicos globales» a fin de que «se garantice su libre acceso» a todos los países.
Pero India no está por la labor, porque todavía tiene al carbón como una de sus fuentes energéticas principales. Como tampoco lo está tampoco Arabia Saudita, que vive sobre un lago de petróleo tapado por la arena del desierto, cuya electricidad tiene su origen, casi de manera exclusiva, en la quema del crudo. Aunque, se ha de decir, esté país esté orientado actualmente en una positiva transición hacia las fuentes energéticas solares.
Para satisfacer esta deuda ecológica, no reconocida de manera oficial por las potencias en cabeza, se creó en Copenhague el Fondo Verde de la ONU contra el cambio climático, destinado a ayudar a todos los países firmantes del compromiso para impulsar sus medidas de reducción de gases de efecto invernadero. El Fondo Verde para el Clima es un mecanismo financiero de la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático del que se espera que contribuya a que países en desarrollo alcancen los objetivos de reducción o limitación de emisiones y de adaptación a los impactos del cambio climático.
La buena disposición de Barack Obama a que la cumbre de París finalice con un acuerdo que suponga la adopción de medidas prácticas que contribuyan de una manera real a esa reducción se ha hecho patente en París bajo la forma de la ampliación económica de Estados Unidos a ese fondo. Éste empezó con sólo buenas palabras, pero ha ido concretándose con aportaciones crecientes que hoy ya le confieren unos visos de credibilidad de los que carecía hasta hace poco.
No podemos evitar involucrarnos en buscar soluciones a un problema absolutamente dramático para millones de exiliados climáticos que se verían obligadas a abandonar sus tierras durante este siglo si las temperaturas continúan subiendo a lo largo del mismo hasta tres o cuatro grados centígrados más, como sucedería de no tomar medidas preventivas. Algunos hablan de 600 millones de desplazados por falta de suelo seco donde apoyar sus pies en el caso de que esa temperatura aumentase tan sólo 4ºC más. Habría pequeños países que desaparecerían por completo, y algunas de las grandes ciudades del mundo, como Nueva York, Buenos Aires, Sao Paolo, Sidney, Londres, Lisboa, u otras arquitecturalmente tan valoradas como Venecia y otras, se verían afectadas. Y ocurriría lo mismo con millares de otras ciudades costeras más pequeñas, lo que económicamente supondría un dispendio colosal.
Opino que, por mucho que le pese a alguno, no podemos escudarnos en decir que quienes crearon el problema lo resuelvan. La complicación es que todos viajamos en el mismo barco, y si cuando se produce una vía de agua no acudimos todos a achicarla lo que nos puede suceder es que acabemos todos hundidos.
Naciones Unidas ha vuelto a reiterar su ofrecimiento de ayuda a los países con menos disposición económica, y de cumplir todos los países con sus deberes en la reducción de gases de efecto invernadero no dudo que ésta sería notoria. Con todo, los científicos siguen bastante escépticos en cuanto a que esa merma sea lo suficientemente cuantiosa para impedir que el calentamiento global no vaya más allá de los 2ºC durante este siglo. Incluso renunciando por completo a la utilización de las energías fósiles en la industria, calefacción y transporte. Hace falta más concienciación, más sensibilización, más información, más conciencia del problema y, posiblemente, un cambio de mentalidad global.
También de un control sobre la natalidad. Creo que somos ya demasiados, lamayoría –sobre todo en Occidente- con malos hábitos alimentarios y otros, responsables de una marcada huella ecológica, y el planeta no lo soportar ya. Por suerte, a medida que el nivel económico aumenta, y sobre todo el cultural, la natalidad tiende a disminuir, al contrario de lo que sucedió en otros tiempos.
Se pospone a mañana la presentación del acuerdo de la COP21.
A la hora de cerrar este artículo me llega la noticia, de esta mañana, que el responsable principal de la cumbre, el francés Laurent Fabius, acaba de declarar a la televisora BFM que bo se presentará el texto del acuerdo alcanzado –porque acuerdo habrá, aunque sea ‘descafeinado’- esta noche sino el sábado 12 por la mañana. Fabius se mostró esperanzado los negociadores seguían regateando sobre cómo compartir la carga sobre la lucha del cambio climático y los billones de dólares de inversión que supondrá la transición a escala global hacia una energía limpia.
Un ecologista en El Bierzo.
Los 11 países que no han hecho compromisos climáticos. 04/12/15. Vivelohoy.com.
La cumbre climática de París se ampliará un día. 11/12/15. Vivelohoy.com.
150 países presentan sus compromisos de cara a París. 13/10/15. Eltiempo.com.
España aportará 120 millones al Fondo Verde de la ONU contra el cambio climático. 28/11/14. Compromisorse.com.
Crecimiento económico vs. cambio climático. 30/11/15. Capitalradio.es.