‘Las raíces del tiempo’. 2º Premio ‘Biocastanea 2010’. Villarrubín, 2010. Foto: Julián Rodríguez Asensio.
Este escritor y naturalista villafranquino Santiago Castelao Diñeiro es el autor de los libros “Castaños monumentales del Bierzo: tradición y cultura” y “Árboles singulares del Bierzo“. El mes pasado presentó en su última obra “El tejo en El Bierzo” en la Caja de España de Ponferrada.
Autor de culto, dado la pequeña tirada de estas abundantemente ilustradas publicaciones, su obra es difícil de encontrar pese al indudable interés que presenta.
Un ecologista en El Bierzo.
Remenbranza del castaño, por Santiago Castelao.
Santiago Castelao tomando notas de campo. Fuente: cafeavenida.spaces.live.com
Mi memoria permanece inevitablemente unida desde mi más tierna infancia a la naturaleza. De este primer contacto, surgió un idilio con este árbol mítico que es el castaño; fue con mi abuela Generosa, con quien di mis primeros pasos por los sotos de Fumbutilla, Travesa do polin y Peizais, donde habitan esos seres inmensos que suben con sus ramas hacia el cielo, y sus troncos retorcidos besaban el suelo… No tarde en aprender, a distinguir, la castaña de presa de la marela y de la de pared; y a desorizar con la tala los erizos. Así es como fue surgiendo en mi un entusiasmado fervor hacía los árboles, y un deseo cada vez más enraizado de respeto y defensa de la naturaleza.
El castaño tiene un verdadero ciclo anual. En la oscuridad del invierno el castaño se desnuda y cuando la luna empieza a menguar en el mes de enero es cuando se aprovecha para cortar la madera y como bien dice el refrán: “Si quieres ter bon madeiro, cortao, no menguante de xaneiro”. La influencia de la luna es vital para la posterior conservación de la madera, y al estar la savia en ese duerme vela del invierno tampoco será atacada por la polilla en tiempos venideros.
Cuando marzo acerca su sombra, ya los moucadores, que es como se denomina por estas tierras a los podadores, sacan el filo al hacha, y al despertar de la savia empieza la poda y como verdaderos equilibristas sin red se mueven como rigiletes entre las ramas, desafiando a las verticales o a las horizontales, según el destino del árbol sea para la producción de fruto o de madera. La savia circula con más rapidez por las ramas verticales, por ello estas ramas suelen ser vigorosas y producen sobre todo madera; mientras las horizontales, reciben menos savia y tienden a producir fruto.
De las cañas que se cortan en la poda se hacen estelas que se apilaran para quitar el frio en el largo invierno. A veces la barriga de algún castaño sirve para apilar los troncos recién cortados.
Marzo es también el mes en el que el castaño presta sus ramas a las aves para que puedan hacer sus nidos…
Febrero buscadeiro
Marzo nidarzo
Abril güeberil
Mayo paxarallo
Y en San Juan volarán.
Entre abril y mayo se preparan los injertos y era también la época en la que los pastores fabricaban con destreza las gaitas y rombones, y tejían sobre los montes conciertos y canciones que se disolvían lentamente por el aire.
Entre mayo y junio el castaño estalla de un color amarillo y los ejércitos de abejas libran su batalla entre sus flores.
Dice el refrán: “las castañas quieren en agosto arder y en septiembre beber”. En estos meses de agosto y septiembre, se empiezan a limpiar los sotos, decapitando los fieitos y comienzan a construirse las debasas, que son una especie de zanjas construidas en los sotos, para que cuando se produzca la caída de las castañas no pasen al terreno de los vecinos.
Alguna vez podemos encontrarnos con algún castaño convertido en bodega, en la que su propietario coge otro tipo de castañas.
En la casa en estos meses se limpian las rendijas del canizo… “Monxe que estas no canizo tira castañas para abaixo, tira das mas grandiñas que polas pequeñas no me baixo”.
Entre octubre y noviembre se recoge la castaña. Antiguamente se vareaban, en la actualidad se van recogiendo a medida que van cayendo del árbol. A la castaña que sale del erizo al caer y está fuera del mismo se le llama ”devagada“, y ”cagalla” a la que queda dentro del erizo sin crecer. Para sacar las que están dentro del erizo se utiliza la “tala”, que es como una pinza hecha de castaño bravo, y que en las puntas tiene una especie de hendidura que ayuda a la apertura de los erizos.
‘Desde el castañal’. Minas de oro de la Leitosa. Paradaseca, 2010. Foto: Julián Rodríguez Asensio.
Después se van depositando las castañas en el mego, y según la variedad se secan o se venden en verde para el consumo. El secado de la castaña se realiza en el canizo, que estaba situado generalmente encima de la lareira. Las castañas tardan en secarse de diez a doce días aproximadamente. El fuego se mantenía lento y con poca llama. La castaña tenía que ir revolviéndose cada poco tiempo. Después de secas, viene la operación del pisado, que consiste en la separación de la cáscara. El pisado se realizaba de diferentes formas en la comarca del Bierzo, a saqueta, con pisón o piote o en el trobo. Después se limpiaban bien con el “bandoxo“, que es una especie de cajón de madera de 80 por 20 cm, de forma semicircular, que se cuelga del cuello por unas correas, y por ambos lados tiene dos asas que sirven de agarradera y con un movimiento rítmico se va separando por gravedad la ligera cáscara de las castañas secas. La otra forma de limpiarlas es con una criba, por donde iban cayendo la “puxa” y los “picanzos”.
Posteriormente se escogían en una mesa, separándose las buenas para vender,de las cocosas y las blandas que se utilizaban para el alimento de los animales domésticos. También en estos meses era cuando se llenaban las “oriceiras”, que consistía en una pequeña construcción más o menos circular de piedra y de un metro aproximadamente de altura en donde se depositaban los erizos para que fuesen madurando poco a poco las castañas y así se conservaban verdes durante los siguientes meses del año. Había que tapar la oriceira con fieitos para que no entrase la luz y no se estropeasen las castañas.
Una vez finalizada la recolección de las castañas comenzaba el “rebusco”, que consistía en autorizar a todo el mundo para que apañen libremente por los sotos. Hoy día, quien realmente se encarga de rebuscar es el jabalí.
A lo largo de estas líneas he ido desgranando una serie de palabras creadas por la gente sencilla, para poner nombres a las cosas. Están libres de aditamentos y por supuesto no las recogen las cátedras. Son palabras sembradas de naturalidad y espontaneidad, y condenada al olvido por la inminente desaparición del mundo rural.
Y entramos de lleno en el magosto, ese ritual que en sus orígenes era pagano y mágico en el que nuestros antepasados rendían homenaje a los que ya no estaban presentes y se manifestaban cuando los “bullos” estallaban en el fuego.
Recuerdo de mi niñez los domingos de finales de octubre, nos reuníamos los rapaces de la Cábila y subíamos hasta la rapiña donde recogíamos en el soto unas castañas, mientras otros encendían una pequeña hoguera a la que añadiríamos posteriormente las castañas después de realizarles una pequeña hendidura con la navaja para que no explotasen en el fuego. Se tiznaban las yemas de los dedos con las primeras castañas salidas del fuego y como dice el refrán: “o quen non ten mañas, non come castañas“.
En la actualidad, los ayuntamientos promocionan, dirigen y organizan los magostos perdiéndose cada vez más el carácter festivo y desinteresado de las antiguas celebraciones colectivas; ya nos mezclan cada vez más el chorizo con la castaña, con el corre y apaña. Desde aquí levanto mi bandera para reivindicar el carácter desenfadado y desinteresado que tenía esta festividad en tiempos pretéritos.
Creo que ya vamos por diciembre y estamos ya en el tiempo de las “mamucas” y el “papabello“. Damos así por terminado el ciclo anual.
Deciros que el castaño existe sobre la tierra desde hace cuarenta millones de años. El hombre desde hace dos millones de años. Es el árbol de Europa que más años puede vivir. Gran número de animales de nuestra fauna silvestre tienen en la castaña un elemento básico para su alimentación, de tal forma que forman parte de su cadena trófica.
‘Color de otoño’. Primer Premio ‘Biocastanea 2010’. Foto: Ángel Vázquez Jáñez.
La castaña fue alimento de la humanidad desde el período paleolítico. Acompañó al hombre europeo en las migraciones del período glaciar. El castaño fue venerado por las religiones antiguas. Las tribus prerromanas consideraban a la castaña como su pan. Los legionarios romanos llevaban en su morral el “bullote”, hecho con harina de castaña, que les servía de alimento en los grandes recorridos.
En “Las Bucólicas” de Virgilio se habla de las castañas y de su consumo por la gente. En “De Honesta Voluptate Veletudine” se describen las que pudieran ser las primeras tortas de castañas. Trituradas con un mortero se mezclaban con trozos de tocino y queso, a lo que se agregaban huevos, azúcar y azafrán, para darle color. Finalmente se cocían en el horno.
La castaña fue desde siempre un alimento básico de los pueblos más desfavorecidos. Las consumían crudas, secas o en forma de harina, con lo que hacían una especie de pan. El consumo de la castaña en la alimentación humana continuó hasta las primeras décadas del siglo XX.
La mejora del nivel de vida, el éxodo de la población rural, la regresión de los castaños diezmados por las enfermedades de la tinta y el chancro, fueron factores determinantes para que disminuyese el consumo de la castaña por el hombre.
De básica en la alimentación humana, de ser consumida en cantidad, pasó a ser utilizada de forma selectiva, su consumo se centró en una población de nivel alto. Así se pasó de un consumo de la castaña en cantidad a ser consumida en calidad.
En cuanto a la madera de castaño, su alto contenido en taninos le confiere una gran resistencia a la podredumbre exterior y a la picadura de la polilla en el interior. Es una madera flexible y fácil de trabajar a la que hay que unir la belleza de sus vetas. La madera de castaño se utilizó por el hombre a lo largo de la historia de una forma amplia y variada para todo tipo de fines, tanto agrícolas, como domésticos, industriales o artísticos.
La cestería de castaño tuvo sus años de prosperidad, hasta que poco a poco fue cayendo en el olvido absoluto.
En el pueblo de las Médulas, la junta vecinal se encargaba de subastar la madera de castaño, que como un ritual sería sacrificada en el menguante de enero, para que luego las manos artesanas, dieran forma a los cestos, carrales, banastras, cestos, nasas…
Hoy día, con tantas leyes protectoras, se ha ido destruyendo la corta de retoños que se talaban cuando llegaban a la edad de 5 años, y que han dado al conjunto de las Médulas ese contraste entre vegetación y arcilla, donde el castaño acaricia los picachos, mientras estos se ponen rojos, viendo como la cultura de un pueblo desaparece, junto a una administración que la empuja con múltiples normativas y enredos, mientras los habitantes permanecen callados…
El castaño era como de la familia. En la vivienda tradicional solía dividirse la casa en una parte baja y otra alta. En la baja tenemos dos estancias fundamentales: la cuadra y la bodega.
El castaño está presente en todo. Así, los maseiros, los cortellos, el carro con los estadullos. Abrimos la puerta de la bodega, los puíles, los cubetos, la paneira, la cambeira, las cestas, el cuartal, el rodo, el bandoxo, el trobo…
Subiendo a la casa, las escaleras, los corredores, las puertas, las ventanas, las vigas. Entramos en la cocina, el escano, la vasal, la lacena, la espeteira, las bancas, la mesa; levantamos la vista y encontramos el canizo. El suelo de la casa, las camas, y el techo.
El castaño en el arte.
Castañar en Orellán. 19 nov. 2010. Foto: Enrique L. Manzano.
En el arte religioso durante siglos la madera de castaño fue la más utilizada en los lugares donde abundaba este árbol, por su belleza, por su larga duración, así como por la facilidad de ser trabajada. Algún ejemplo reciente y que nada tiene que ver con el arte religioso lo encontramos en la “Venus dos carocos”.
Sin lugar a dudas la madera de castaño fue fundamental a lo largo de los siglos para la construcción de las pallozas. Se utilizaba para colocar los pies, sobre los cuales se asentaba la “viga madre”, y sobre ésta arrancaban las “teixeiras”, que se entrecruzaban para sujetar la “cumpia” o “cumbrela”, que es la viga que se coloca en la cumbre. Posteriormente se colocan las “tercias”, y de una tercia a otra van unos palos más pequeños llamados “ripias”, que van atados a las tercias con “vrincallos”.
Junto a la palloza es el hórreo la otra construcción en el que el castaño adquiere todo su poderío. Se empieza construyendo sobre cuatro basas de piedra, en las que se asienta el “orcón” de castaño (o pie). Sobre el orcón se coloca una laja de piedra circular llamada “tornarratos”, precisamente para dificultar la subida de los roedores a esa inmensa despensa que eran los hórreos. Sobre el tornarratos van las vigas que se denominan “cuadral” o “pontón”, construyéndose sobre ellos los “esquinales”, y sobre estos los “canteaos”, pasándose a cerrar con las “tablas acantriladas” sobre la “caja”. Los hórreos se construyeron para guardar los productos de las matanzas y las cosechas.
La cubierta es de paja o de pizarra, siendo la de paja mucho mejor por ser un aislante térmico y contribuir a mantener una temperatura más homogénea, lo que favorece la conservación de los alimentos que se guardan en su interior.
Al mismo tiempo el hórreo servía de garaje para los carros sin que hubiese que pagar el vado permanente.
No quisiera olvidarme de una costumbre que se vino realizando desde tiempos inmemoriales en el pueblo de Murias, en la parroquia de Rao, en los Ancares de Lugo, donde existe un castaño llamado “O castañeiro das cruces”, que cuando una persona fallecía en el pueblo de Murias, al trasladarse el cortejo fúnebre hacia la parroquia, se realizaba una pausa delante de este castaño, clavándose en el tronco una cruz de pequeñas proporciones, junto a las de otros difuntos anteriores, y rezándose una oración.
Un horreo en Teixeira (El Bierzo).
Para ir terminando, desearía hacer una reflexión acerca de cómo el hombre ha intentado desde siempre reproducir en sus obras la belleza y la perfección que le llegaban a través de los sentidos. Así, podemos observar como en los troncos de castaños, esas carochas y carocos, son arte en estado puro, atormentados por el paso del tiempo y esculpidos por el viento y la lluvia, e incluso a veces condenada su silueta por el fuego; es el arte recreado a sí mismo por la naturaleza. Por último, presentaros a los siete abuelos del Bierzo, que llevan siglos danzando con el viento y que son monumentos vivos. Todos ellos pasan de 12 metros de perímetro y encierran una eternidad, y los secretos de muchas generaciones.
Catañeiro de Catín, 14,50 metros.
Castaño de Fontexan, casi 16 metros.
Castaño do Regañón, 12 metros.
Campano, 14,40 metros.
Castaño da Pena do Subeiro, 12 metros.
Cataño de Valdeloso, 13 metros.
Todos ellos merecen un reconocimiento y un abrazo, aunque sólo sea con él de vuestra mirada.
El castaño es para el Bierzo, un tesoro sumergido, en una cultura que tiende a desaparecer en esa memoria colectiva que todo lo diluye.
Los océanos de sotos que rodean nuestros pueblos gritan para que alguien extienda su mano y los rescate de esa condena al olvido que sacude y devora a todo el mundo rural.
Santiago Castelao. 18/11/2010.