Son numerosos los países emergentes, y también otros con una industrialización muy precaria, los que participan en las conversaciones sobre el clima que entre el 2 y el 10 de noviembre, se celebran en la cumbre del clima de Barcelona, preparatoria de la de Copenhague. Y estos señalan con el dedo al Norte, a los países industrializados (que a veces se encuentran geográficamente situados en el Sur, pero con economías vinculadas a Occidente), como responsables de su retraso industrial.
Los países pobres, en general poco industrializados, son mayormente africanos y latinoamericanos, y exigen que la factura del cambio climático la paguen los países ricos. Son, -dicen ellos-, los que se han enriquecido contaminando un mundo que no era sólo suyo. DE hecho, algún líder, como por ejemplo el boliviano presidente Evo Morales, ha reclamado a los países ocidentales el pago de una “deuda ecológica” que considera debida. Una reclamación que, por otra parte, apunta mucho más allá del simple reclamo climático.
El concepto deuda ecológica cobró notoriedad a finales de los años ochenta y fue usado intensamente entre 1990 y 1992, durante el proceso de la ‘Eco 92’ de Rio de Janeiro. Esta idea se apoya en la destrucción ambiental de los países del Sur por las naciones industrializadas, y fue esgrimida como una réplica a la deuda financiera que estos reclamaban a América Latina. En efecto, al considerarse que la deuda ecológica superaba con creces lo que se debía a los bancos, los países del Sur sostenían que, en realidad, eran acreedores de las naciones del Norte.
En aquellos años, los destinatarios de estos cuestionamientos prefirieron eludir el debate. Y desde entonces el uso del concepto ha tenido sus altas y bajas.
Una de las más conocidas definiciones en América Latina sobre la deuda ecológica es la ofrecida por M. Robleto y W. Marcelo (‘La deuda ecológica. Una perspectiva sociopolítica’. Instituto Ecología Política. Santiago, 1992). Sostienen los autores que deuda ecológica «es el patrimonio vital de la naturaleza, necesario para su equilibrio y reproducción, que ha sido consumido y no restituido a ella», e incluyen en ésta tanto a los llamados recursos naturales como a los procesos ecológicos.
Por su lado, J. Borrero Navia (‘La deuda ecológica. Testimonio de una reflexión’. Fipma y Cela. Cali, 1994) considera que existirían deudores y acreedores, y esa deuda debería ser cuantificada y restituida.
El caso es que hoy los países que no han contaminado, o apenas lo han hecho, reclaman disponer de la misma libertad que tuvieron los que ahora son ricos para poder hacerlo. Y les exigen que, si quieren que ellos reduzcan sus emisiones contaminantes les faciliten los medios o el capital para poder hacerlo.
En fin, visto el panorama que se respira en Barcelona todo apunta a que lo tendremos negro en Copenhague. No hay nada que haga presagiar que la cumbre danesa vaya a tener mayor éxito que el que está alcanzando la catalana. Barcelona ya ha quedado claro que nadie quiere ser el que se atreva a ponerle el cascabel al gato.
Mucho me temo que de poco habrán servido las movilizaciones internacionales y multitudinarias de WWF, Avaaz, o 350.org. Es más, ni siquiera creo que servirá para aportar grandes cambios la prevista para el 12 de diciembre, que coincidirá con la celebración de la cumbre en Copenhague y que promete ser la más sonada de todas.
Cabe preguntarse si el grito unísono de millones de voces será capaz de despertar a ese líder carismático que el mundo necesita, capaz de dar un puñetazo sobre la mesa y de exigir, de una vez por todas, que plantemos juntos cara al problema del calentamiento global.
Son muchos los que pensamos que este líder podría ser Barack Obama, en quien el mundo entero ha depositado grandes esperanzas. Hemos visto con interés sus esfuerzos por cerrar la prisión ilegal de Guantánamo y apreciado su nueva disposición hacia el régimen cubano. Pero difícilmente podemos aprobar la instalación de nuevas bases militares americanas en Colombia, las cuales ha propiciado un presidente al que se relaciona claramente con el tráfico de drogas.
Y es que uno suele llegar al poder con grandes ganas de cambiar el mundo, como le sucedió al presidente brasileño Lula da Silva, y ahora a Obama. Pero, por desgracia, los estadistas novatos no tardan en constatar los límites estrechos de su aparente libertad. Y también que, en realidad, ésta se mueve dentro de los límites que les marcan el Banco Mundial o las grandes corporaciones. Los verdaderos dueños del planeta.
Un triste ejemplo de lo anteriormente dicho lo ofrece el asesinato de John F. Kennedy, que ciertos investigadores relacionan con su interés por poner un punto final a la guerra del Vietnam. Una decisión que perjudicaba los intereses de las grandes empresas armamentísticas estadounidenses. Hay documentos que apuntan a que todos los cuerpos del Estado, incluido el vicepresidente Lyndon B. Johnson, participaron en una conspiración que acabó con la vida de uno de los más carismáticos presidentes norteamericanos.
Puestas las cosas así, ¿qué decir sobre Copenhague? ¿Hemos de tirar la toalla? ¿Tendremos que asumiremos pacíficamente el suicidio colectivo?
Personalmente ya no sé ya que más decir. A los ecologistas, que siempre hemos estado en la vanguardia de ciertas previsiones y advertencias, creo que sólo nos queda el recurso de continuar batallando. Sin tregua. Seguiremos apelando ante todos los gobiernos para que no permitan que sobrepasemos ese límite de 350 unidades por millón de dióxido de carbono (C02) en el aire que respiramos. Después de todo, es el límite que garantiza nuestra propia supervivencia.
Un ecologista en El Bierzo.
Más que deuda, un robo. 25/08/08. Deudaecologica.org.
Una aproximación a la deuda ecológica de la Unión Europea con Centroamérica. 29/09/07. Deudaecologica.org.
¿Qué es la deuda ecológica? 12/05/08. Deudaecologica.org.
“Deuda Ecológica: impactos de la deuda externa en las comunidades y la naturaleza”. 29/10/09. Deudaecologica.org.
Las negociaciones sobre el clima en Barcelona o el síndrome MacGyver. 11/11/09. Tni.org.
¿Por qué es tan difícil un acuerdo sobre cambio climático? Marzo, 2012. Ecologistasenaccion.org.